Por Divandino
El
miércoles 19 de septiembre pasado se conmemoraron los hechos trágicos
provocados por los sismos de 1985 y 2017, respectivamente, con megasimulacros a
nivel nacional y con un sinfín de análisis sesudos acerca de la prevención, los
damnificados y la solidaridad.
En el
marco de este trago amargo, recordamos que en aquel fatídico 19 de septiembre
de 1985 murió entre los escombros uno de los símbolos del rock urbano, del
trovador citadino (en la Ciudad de México), ese representante del llamado “Rock
Rupestre”: Rockdrigo González.
Quizá
las nuevas generaciones no tengan la menor idea de quién fue este cantautor,
que en su momento –en los ya lejanos 80’s-, junto con un joven Alex Lora y al
otrora trovador urbano Jaime López, formaron un colectivo para impulsar el
auténtico rock mexicano.
Rodrigo
Eduardo González Guzmán, mejor conocido
como Rockdrigo, nació en Tampico, Tamaulipas, un 25 de diciembre de 1950. Tras
concluir su educación media superior y luego de haber formado varias bandas de
rock en su tierra natal, decide estudiar en Xalapa (y, quizá ni los
veracruzanos lo sabían) la carrera de psicología en la Universidad Veracruzana.
Para
1975 decide abandonar sus estudios universitarios y se muda a la ciudad de
México, que es en donde inicia su actividad artística, incursionando en la
literatura y el teatro, pero la vena musical era latente.
Rockdrigo,
también llamado el “Profeta del Nopal” capturó en cada una de sus canciones la
esencia y el sentir de una urbe víctima de la insensibilidad política, de la
desigualdad social y de la insensatez humana. Prueba de ello, son los temas
“Balada del Asalariado”, “Buscando Trabajo”, “El Feo” y uno de sus clásicos que
luego retomaría El Tri de Alex Lora, “Metro Balderas”.

A su
muerte, con la anuencia de su padre, sus amigos iniciaron la asociación civil
Rancho Electrónico, con el objetivo de recopilar su obra y destinar a un
fideicomiso las regalías que generara la venta de sus discos. Dicho fideicomiso
contribuyó a la educación y manutención de su única hija, Amanda Lalena, que
dicho sea de paso, es conocida actualmente como Amandititita cuya música si
logra rescatar algo de la esencia –al menor lírica- de su padre.
Recientemente,
el Gobierno de Tamaulipas y el Conaculta editaron el libro Rockdrigo González, el sacerdote rupestre, una biografía para
recordar al músico tamaulipeco.
De
igual manera, desde el 22 de septiembre hasta el 28 de octubre en la Biblioteca
de México, se presentará Realidades de la
Ciudad de México en tiempos Híbridos, una exposición con objetos de Rockdrigo
rescatados de su domicilio en la colonia Juárez (CDMX), como su guitarra,
poemas, letras de sus canciones, libros, discos, carteles y maquetas de algunas
de sus canciones.

A 33
años de su fatídica partida, recordamos a este genio que encendió los ánimos de
una juventud contestataria en las nacientes años 80 y que inspiró tanto a
músicos como a escritores: de un José Agustín a un Javier Bátiz.
Él
fue Rockdrigo González, muchas veces llamado por sus fans como el “Bob Dylan
Mexicano”.
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EL PALOMAZO
Algo del famoso Profeta del Nopal