Por Divandino
El
llamado “Rey Lagarto”, ese personaje mítico en el universo del rock de todos
los tiempos, el rockstar por antonomasia que fue la imagen a seguir por
millones de jóvenes fanáticos, quien representaba la gloria, la irreverencia y la
fama. Una estrella que en la cúspide del éxito fue víctima de sus excesos y que
se apagó a tan solo 27 años, esa edad que guarda cierto embrujo o algún tipo de
maldición y que alcanzó a otras figuras como Jimi Hendrix, Kurt Cobain o Amy Winehouse.
James
Douglas Morrison, conocido simplemente como Jim Morrison, nació el 8 de
diciembre de 1943 en Melbourne, Florida (Estados Unidos), en su adolescencia
tomó el gusto y el hábito de la lectura, estudio cine y empezó a escribir
poesía. Gracias a ese talento y amor por la música, en 1966 conformó, junto con Ray Manzarek, Robby
Krieger y Hihn Densmore, The Doors, una de las bandas más recordadas y alabadas
del rock.

A
las nuevas y no tan nuevas generaciones quizá no dimensionen la importancia y
el legado de The Doors y, por supuesto, de Jim Morrison. Musicalmente aportaron
cadencia, irreverencia y la teatralidad de un líder, de un vocalista y del peso
que significa para la imagen de una banda. Imagen que, por ejemplo, retomaron
muchos vocalistas de un sin número de bandas; en el rock en español solo basta
recordar a Enrique Bumbury cuando era líder de Héroes del Silencio.
Claro,
todo lo anterior, va de la mano de los excesos personales del propio Morrison
con el abuso de sustancias legales e ilegales, y de su exhibicionismo en el
escenario que muchas veces rebasó el pudor y el respeto del público (señas
obscenas, cantar totalmente ebrio y drogado). Nada fuera de lo común hoy día,
más si recordamos a un Charly García metiéndose sendos pases de coca a un lado
del escenario –esa es otra gran historia, claro, y tampoco exclusivo de los
rockeros -.
Como
todo suceso escandaloso, repentino y con alto grado de conmoción, la muerte del
Rey Lagarto, en particular, guardó cierto misterio y un sinfín de interrogantes.
Unos hablan de un ataque al corazón por sobredosis de cocaína, otros por el
consumo de heroína muy fuerte que le ocasionaría muerte accidental y otro más
que habría muerto en el baño de un bar parisino, igualmente, por drogas y
alcohol.
De
acuerdo a un artículo de la revista Rolling Stone en 1971, un mes antes de su deceso, Jim Morrison
habría tenido una fuerte tos y que la madrugada de aquel 3 de julio se despertó
muy inquieto y tosiendo con sangre en un hotel de Paris, Francia. Tras
comentarle a su pareja (Pam Courson) que se sentía bien y que tomaría una
ducha, esta lo encontró horas después en el baño aparentemente muerto y con una
tenue sonrisa, pensando que quizá se trataba de una broma, pero realmente había
perdido la vida.
En
el certificado médico, la causa del fallecimiento se debió a un “fallo
cardiaco” provocado por un coágulo y una complicación con neumonía. Sin
embargo, el hecho de que el mánager de The Doors, Bill Sidons, haya dado a
conocer la fatídica noticia hasta el día 9 de julio de ese 1971, aduciendo que
se buscaba evitar un circo mediático, y de que nunca se hizo pública una imagen
de Morrison muerto o en el féretro, alimentó un cúmulo de teorías y leyendas
urbanas sobre la verdadera causa del deceso. Aunado a ello, nunca se realizó
una autopsia al cadáver del cantante porque las leyes francesas no lo exigían y
el sepelio se hizo cuatro días después.
Existen
varias teorías de fans y de supuestos testigos de los hechos sobre la muerte
del Rey Lagarto. Muchas de ellas, al puro estilo de Pedro Infante o Hitler,
aseguraban que Jim Morrison no había muerto y que en realidad vivía
apaciblemente, lejos de la fama y los reflectores.
Lo
cierto es que JIm Morrison, desde hace 47 años, yace en uno de los sitios más
visitados del cementerio Père-Lachaise en la capital francesa, junto a leyendas
universales como el poeta y dramaturgo Oscar Wilde y la cantante de ópera María
Callas.
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EL PALOMAZO
En
1991 el polémico Oliver Stone dirigió The Doors, una película biográfica sobre
la banda estadounidense, pero que ahonda en la vida intensa y fugaz de Jim
Morrison. Cinta estelarizada por Val Kilmer y Meg Ryan. Muy recomendable.
Un
tema, sin duda, premonitorio:
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