Por Divandino
Noche lluviosa. Vienen a mi mente recuerdos de
mi infancia, remembranzas que hace unos días parecieron un déjà vu luego de los sismos sufridos el 7 y el 19 de septiembre en
distintos estados del país. A los 10 años de edad ya tienes conciencia de lo
que significa el peligro, el miedo y la zozobra ante un fenómeno natural; y en
aquel 1985 se quedaron grabados, al igual que hoy, las noticias, los
comentarios de la gente en la calle y en el hogar.
Mucho se ha hablado ya de los recientes
movimientos telúricos que sacudieron varios estados del centro y sur de México:
de la enorme solidaridad ciudadana, pero también de la enorme corrupción que
revelan las paupérrimas construcciones de casas y edificios; del heroísmo
canino representados por la perrita “Frida”, pero de la cruel e irresponsable
invención de la niña Frida Sofía y su posible rescate de los escombros de la
escuela Rébsamen en la CDMX .
Claroscuros de lo que significa la unión y el
apoyo entre ciudadanos, tal cual como en el 85, solo que hoy con la velocidad
vertiginosa de las redes sociales: que lo mismo informan y desinforman, que
igual dan certeza de una persona rescatada y del perverso juego de los mensajes
y noticias falsos.

Todos los comentaristas de radio y tv, los
columnistas de medios impresos y los llamados “influencers” en redes sociales
creen tener la razón, su propia verdad de las cosas –algo muy subjetivo, por
cierto-. Ante la múltiple cantidad de versiones, todos los ciudadanos de a pié
tenemos que sacar nuestras propias conclusiones, tratar de darle la justa
dimensión a las cosas.
De lo que sí podemos estar seguros que, al
igual que en aquel septiembre de 1985, en este septiembre de 2017 se darán
parteaguas en varios aspectos: seguramente habrá modificaciones en las leyes,
habrá culpables por las malas construcciones, habrá nuevos héroes anónimos,
pero también muchos vivales que se aprovechen de la vulnerabilidad popular
Lo más importante es lograr que ese carácter
colectivo surgido a raíz de la desgracia prevalezca, para poder hacerle frente a las desigualdades, a
la apatía institucional, sobre todo cuando la euforia humanitaria se va
menguando y empieza el verdadero calvario para los damnificados.
Hasta en las catástrofes siempre la música
alimenta el alma de los desvalidos y los afligidos. Así como los esclavos africanos reflejaban su
dolor en los campos de algodón del sur de Estados Unidos a finales del siglo
XIX, a través del “blues”, aquí en México, en las
imágenes que inundaron los medios de comunicación y las redes sociales,
brigadistas y rescatistas voluntarios entonaban con orgullo el “Cielito Lindo”
cuando alguien era rescatado con vida, también entonaban el himno nacional
mexicano con el fin de darle fortaleza al espíritu, a esa identidad que en los
peores o mejores momentos aflora.
En las zonas devastadas, algunos músicos
callejeros o de alguna escuelas interpretaban discretas melodías con guitarra o
violín, tratando de amainar el profundo dolor de las personas esperando a un
familiar de entre los escombros o para alimentar el espíritu de voluntarios,
soldados y de los mexicanos en general..
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PALOMAZO
Una de las empresas organizadora y promotora de
eventos, sobre todo de conciertos musicales –OCESA- canceló los recitales
programados para las últimas dos semanas de septiembre en la CDMX, como una
muestra de solidaridad con el dolor colectivo provocado por el terremoto del
día 19.
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