Por Divandino
El disco de
vinilo: entre nostalgia y calidad

Sobre todo con la
segunda condición, esa que podríamos considerar más privada, más nuestra, es
donde se antoja apreciar un sonido nítido, que capte cada detalle de ese “solo”
de guitarra que tanto te gusta o desmenuce el vaivén de una percusión del “left
al right”.
Desde el fonógrafo
hasta los servicios de streaming, la música se busca disfrutar al máximo y, con
el paso de los años, se ha logrado llevarla a tan solo un click y en la palma de
la mano.
Fue en la segunda mitad
del siglo XIX que el inventor Thomas Alva Edison creó el fonógrafo, artefacto
capaz de transformar la energía acústica en mecánica; los sonidos se grababan
en un cilindro de cera y, para reproducirlo, una aguja debía recorrer los
surcos para traducir las vibraciones contenidas en dicho cilindro.
Años más tarde, un
joven inventor –Emile Berliner- construye otro aparato muy similar al fonógrafo
–lo llamaría gramófono-, con la diferencia que cambio el cilindro por un disco
plano con surcos para registrar las vibraciones sonoras. Además de poder usarlo
una y otra vez, podrían hacerse muchas copias a bajo costo, el disco plano fue
inicialmente de vidrio, luego de zinc y al final de plástico.
Fue a partir de este
momento que el disco de vinilo se convirtió en toda una cultura musical, el
medio idóneo para escuchar desde las monumentales arias hasta las mejores
cumbias. Deleite de chicos y grandes durante más de medio siglo.
Ya con los tocadiscos o
tornamesas, el disco era el medio idóneo para escuchar música, tanto a nivel
doméstico como a nivel profesional. Recordemos que las estaciones de radio
utilizaron mucho tiempo los acetatos para promocionar a grupos y artistas; ya
después lo harían a través de cassettes, cintas de carrete abierto, cartucheras
para cintas de 8 tracks, DAT (Digital Audio Tape), CD’s, MiniDisc hasta legar a
los software más sofisticados que reproducen archivos digitales en diversos
formatos.
Como todo en la vida, la
tecnología se encargó que con el paso de los años el vinilo o acetato empezara
a ser obsoleto, sobre todo con la llegada del Disco Compacto o CD a finales de
los 80 y principio de los 90.
En su momento, los
discos fueron de colores. Durante el furor de la música disco era muy común
comprar sencillos o álbumes completos –unos se reproducían en 33 y otros en 45 revoluciones por minuto o
RPM- en color rojo, verde, azul, rosa o transparente. Era, hasta cierto punto,
delirante observar el giro del disco con alguna foto o la portada misma del
álbum en medio del plato.
El disco de vinilo
significó un escaparate para la creatividad de artistas visuales, fotógrafos,
diseñadores e imagólogos. Cómo olvidar portadas magistrales de The Beatles, Pink Floyd, The Rolling Stones, Led
Zeppelin, Nirvana, Metallica, Queen, Iron Maiden, Pearl Jam o Pixies, entre
otras; muchas de ellas, verdaderas obras de arte.
El hip hop y el rap no
existirían si, en su momento, los disc jockeys no tocaran sus discos en las
tornamesas, ya haciendo un “loop” o un “scratch”. Vaya, en este género el DJ
siempre fue complemento del MC (rapero).

Sin embargo, aún con
las posibilidades de escuchar música vía Spotify o Atunes, buena parte de los millennials
están volteando hacia atrás y experimentando con esos platos de plástico que
alguna vez marcaron leyendas y que, muchas veces, sus padres tienen arrumbados
por algún recoveco de casa.
Es la nostalgia, quizá,
que también las viejas generaciones están reviviendo esta pomposa costumbre: el
de abrir un disco, cortar el celofán y percibir ese olor característico de un
disco de acetato; el no brincarse de track a tack, sino disfrutar el momento y
apreciar pista tras pista, escuchando el ligero rasgueo de la aguja con los
surcos, mientras deleitas tu vista con la portada y el tracklist –incluso la
letra de cada canción-. Sin duda, todo un ritual.
Es a partir de la
primera parte de la década del dos mil que los acetatos se empezaron a
comercializar más, dado que la industria del “disco” estaba casi noqueada y en
la que solo coleccionistas y puristas de la música tenían acceso.
Los dj’s, desde hace más
de una década y pasada la euforia de los players, optaron por utilizar los
discos de acetato para tocar sus archivos digitales, utilizando en la mayoría
de los casos un par de clásicas tornamesas Technics 1200. Y es que muchas
compañías líderes en el ramo (Pioneer, Stanton, Numark, etc) crearon diversos software
y su respectiva interfase que simulaban realmente la experiencia de tocar con un disco.

Claro, claro, dicen que
lo bueno sale caro. Y si. Un disco es doble o a veces el triple de caro que
otro formato, pero su calidad es insuperable y excepcional, pues capta con
mayor detalle todos y cada uno de
los sonidos de una grabación original de estudio o en vivo.
Y un ejemplo de esta
tendencia es la apertura de Third Man
Pressing, una planta productora de vinilos de última generación, ubicada en
pleno corazón de Detroit, una de las ciudades musicales más emblemáticas en
Estados Unidos.
Este sueño fue
iniciativa del músico y cantautor Jack White, quien vislumbra la generación de
empleos con salarios dignos en aquella ciudad norteamericana, a través de una
fábrica abierta los 7 días de la semana donde se encuentra, además, un estudio
de grabación de altas especificaciones y un sistema de distribución. Es decir,
toda una industria integral.
El disco de vinilo
resume toda una historia en la que melómanos, músicos y coleccionistas han
logrado que, de ser un objeto de lo más común para escuchar música en el siglo
pasado, lo hayan convertido ahora en todo un símbolo de calidad, posición y,
sin exagerar, de lujo.
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EL PALOMAZO
Por aquí les dejo algo
de música con discos de acetato:
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